Conocer a los otros es sabiduría. Conocerse a sí mismo es sabiduría superior. Imponer su voluntad a los otros es fuerza. Imponérsela a sí mismo es fuerza superior votos 4
Conocerse a sí mismo no es garantía de felicidad, pero está del lado de la felicidad y puede darnos el coraje para luchar por ella. votos 3
La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo votos 0
Sólo los superficiales llegan a conocerse a sí mismos. votos 0
La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo. votos 0
El que sabe conocerse a sí mismo es dueño de sí votos 0
A todo hombre le es concedido conocerse a sí mismo y meditar sabiamente votos 0
A todo hombre le es concedido conocerse a sí mismo y meditar sabiamente. votos 0
El conocerse demasiado o demasiado poco, constituye un estorbo para el acercamiento de dos personas votos 0
La mejor manera de aprender a conocerse a sí mismo es intentar comprender a los demás. votos 0
Nada podía explicarse ni comprenderse adecuadamente, nada podía conocerse del todo. En ello se encerraba la emoción más profunda votos 0
Hay quienes lamentan su necedad, éste ya no es necio; más necio es aquel que sin conocerse a si mismo, dice ser inteligente votos 0
Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida votos 0
Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida. votos 0
Solo cuando el hombre haya adquirido el conocimiento de todas las cosas podrá conocerse a sí mismo, pues las cosas no son sino la frontera del hombre. votos 0
Para hacer un edificio, uno necesita conocer dos cosas, el terreno y la cultura del terreno. El terreno puede llegar a conocerse. La cultura es más difícil, cuesta años votos 0
Una alianza es más sólida si los aliados, mas bien que conocerse mutuamente, creen los unos en los otros: por ello, entre enamorados, la alianza es más sólida antes que después de la unión matrimonial
Las dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial